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Textos | America del Sur y la Difensa | Vollmar | 2002
Archivio de EURASIA a cura di Martino Conserva
original text
Fernando Fuenzalida
Vollmar
SUDAMERICA Y LA CUENCA DEL
PACIFICO
CONSIDERACIONES SOBRE
SEGURIDAD Y DEFENSA EN EL AÑO PRIMERO DEL SIGLO QUE SE
INICIA
El siglo XX ha sido un siglo sanguinario. El
más sangriento de la historia según la frase atribuída a
Juan Pablo, el Papa. En el curso de ese siglo ha sido
combatida una feroz guerra civil en el seno de la
civilización occidental. Se combatió por el dominio de
las almas con el instrumento de las ideologías
–vulgarización de cosmovisiones antagónicas, versiones
polarizadas de la realidad y de la ciencia, de la
jerarquía de valores y de las normas individuales y
sociales de conducta-- que trataron de darle nueva forma
al mundo humano a su propia semejanza.
Las ideologías
encarnaron en partidos y los partidos polarizaron el
espacio nacional y geográfico entre las potencias más
desarrolladas del oriente extremo y las del occidente
extremo de Europa y su prolongación americana.
Por debajo y en la retroescena del conflicto de las
cosmovisiones y los proyectos de futuro persistieron
antagonismos más antiguos nacidos del condicionamiento
demográfico, del enmarque de la escena y los vectores
definidos por la geografía, de la competencia por el
dominio de recursos y mercados y de las necesidades
impuestas por el desarrollo de la tecnología, la
sofisticación creciente del aparato destructivo y la
cada vez más estrecha dependencia de este aparato
destructivo con las retaguardias productivas, según la
terminara describiendo el general Dwight Eisenhower en
su discurso de despedida ya famoso .
Fueron estos antagonismos los que a comienzos de
siglo habían sido definidos por Mahan y MacKinder como
los que habían ya opuesto a las naciones a lo largo de
los siglos: antagonismos entre Océano y Continente,
entre las orientaciones productivas y las orientaciones
comerciales, entre las voluntades de arraigo y las
voluntades de expansión. Y aunque por causa de la
expansión globalizante de occidente desde la era
colonial este conflicto terminó involucrando a las
naciones dependientes de tradiciones civilizatorias
ajenas a su origen y a sus causas, en todo momento el
centro de gravedad se mantuvo vinculado a las áreas
definidas por MacKinder como las de la Isla Mundial
(Europa, Africa y Asia), el Heartland (centro geográfico
de poder ubicado en la zona que articula el Asia y
Europa) y la Fortaleza (región de los Urales). Las
estrategias empleadas a lo largo del conflicto
constituyeron en lo fundamental formulaciones derivadas
de la doctrina de equilibrios definida desde los tiempos
de Klausewitz y Metternich: perímetro de seguridad,
distensión, contención y disuasión, sometidas a una
constante revisión en la medida en que se afirmaba la
expansión de los espacios de interés y del alcance de
las nuevas armas. La propaganda y la guerra psicológica
encontraron un espacio privilegiado en el conflicto de
las ideologías y en los descontentos de los pueblos de
una y otra parte con los respectivos sistemas y estilos
de economía y de gobierno.
Las naciones que MacInder definiera como
periféricas, identificadas ahora como tercermundistas
participaron en los roles de comparsas o fueron
escenarios de confrontamientos militares secundarios
desplazados de la zona propiamente disputada. La América
Latina, involucrada pasivamente en el conflicto,
amenazada de ambos lados e históricamente devenida en
vulnerable por causa de su fragmentación y su retraso
tecnológico, se definió casi desde el primer momento
como tercermundista o periférica más que como extensión
del occidente y, aunque involucrada en sus versiones
propias de los conflictos ideológico-políticos del
hemisferio norte, optó desde los fines de la 2a. Guerra
por una política de alianzas continentalistas que se
fundamentó en una versión nueva atemperada de la
doctrina Monroe y encontró su encarnación en el
panamericanismo.
La incapacidad de la América Latina para establecer
los balances necesarios entre su propia vulnerabilidad y
la fortaleza de su aliado principal en la América del
Norte, terminó subordinando su aparato militar y sus
doctrinas de seguridad y de defensa a los intereses
militares del hegemón extremo-occidental. A cambio de
las concesiones en materia de soberanía a las que esta
alianza la obligó, la América Latina se mantuvo durante
la Guerra Fría relativamente segura y aislada de los
escenarios en los que se combatió los conflictos más
intensos y aunque tuvo que enfrentarse durante casi
medio siglo con las actividades subversivas del hegemón
del Este, el único conflicto armado que se vio obligada
a confrontar directamente fue el de las Malvinas, entre
Inglaterra y Argentina, respaldada la primera por la
OTAN a la que Argentina se encontraba igualmente
vinculada. Paradójicamente –aunque no sin que esto
respondiera a una lógica que resultaba oscurecida por la
Guerra Fría-- la causa de esta guerra fue la necesidad
en que la Argentina se encontró de defender su soberanía
en contra de sus propios aliados estratégicos. De éste y
de los conflictos del Caribe, aunque no de sus
repercusiones y consecuencias a corto y a más largo
plazo, el Perú se mantuvo afortunadamente protegido
durante toda la segunda mitad del siglo XX.
El inesperado –para muchos-- fin de juego de finales
de la década de 1980 con la caída del Muro de Berlín y
del Soviet Supremo, señala los comienzos de la época que
llamamos hoy de la Globalización y la Postmodernidad,
acompañados de una breve temporada –un veranillo-- de
distensión y de euforia. Este veranillo fue, por aquel
entonces, celebrado como una verdadera primavera por el
utopismo ingenuo de analistas como Francis Fukuyama ,
quien anunció el advenimiento de la Paz Perpétua, Pax
Americana –una era o un milenio de desbordante
prosperidad que, garantizada por la libre
universalización de los mercados, universalizaría
también la democracia y vería la emergencia de un
gobierno planetario bajo el benévolo y paternal
monohegemonismo de la potencia vencedora: los Estados
Unidos de Norteamérica.
Daniel Patrick Moynihan, unos cuantos años antes se
había adelantado a esta tesis con un libro que resultó,
a fin de cuentas, más profético. En él, Moynihan llamaba
la atención sobre la persistencia de los etnicismos y
los nacionalismos y hacía a ésta persistencia
responsable por la inestabilidad igualmente persistente
de las relaciones internacionales. Moynihan identificó
al principio de libre determinación como el principal
enemigo de la paz y la seguridad de los Estados Unidos
de América del Norte. Su libro, aunque menos difundido y
comentado que el de Francis Fukuyama, ha dejado una
huella más profunda que este último en la política
exterior norteamericana de estos dias .
Casi simultáneamente, otros dos analistas de relieve
intervinieron en la discusión. El primero fue Samuel
P.Huntington quien, llevando su atención a los procesos
de tránsito acelerado que la Comunidad Europea –espacio
unificado, por entonces de carácter apenas
económico-- hizo en dirección a la Unión Europea
–espacio de unificación política y eventualmente
militar—en los curso de los años inmediatos a la caída
del Soviet Supremo, así como a los procesos del
fundamentalismo islámico y las perspectivas ofrecidas
por el tránsito de China desde el comunismo hacia el
nacionalismo eurasista, presentó un panorama alternativo
inspirado, al menos parcialmente, en la tesis de Oswald
Spengler acerca de la Decadencia de Occidente.
Huntington advierte de una intensificación inminente en
los conflictos acompañada por un salto de escala de los
confrontamientos al nivel de las grandes civilizaciones
organizadas como estados. Identifica siete de éstas como
peligrosos rivales potenciales de los EEUU por el futuro
dominio del planeta. Entre las identificadas se
encuentra la Latinoamericana . Poco antes, y enfocando
la mirada desde otra perspectiva, la de las etnicidades
emergentes en conflicto John Naisbitt, otro de los
analistas de la globalización enfocó la mirada sobre el
hecho paradójico de que la articulación acelerada de los
superestados continentales y civilizatorios está
generando, casi en todas partes, una contrafuerza
afirmadora de las pequeñas identidades regionales,
culturales, religiosas, raciales y lingüísticas que
persiguen su independencia y soberanía como estados
territoriales y se esfuerzan en lograrla oponiéndose a
las consolidaciones de mayor escala, enfrentándose tanto
a las comunidades continentalistas como a las unidades
nacionales y empleando el terrorismo como arma
privilegiada de confrontación. Solamente en Europa
existen más de quinientas de estas identidades como
fuentes potenciales de conflicto, algunas de ellas
habiendo generado ya enfrentamientos armados de relativa
intensidad como los de los Balcanes y del Cáucaso, otros
acudiendo al terrorismo como en el caso de los bretones
y los corsos, otros al narcotráfico y al crimen
organizado como los chechenos y otros relativamente
dialogantes como los padanos de Italia del norte y los
franco-canadienses pero ejerciendo presiones políticas
de mayor escala sobre los estados nacionales .
No menos importante ha sido en este proceso de
reanálisis de las nuevas condiciones de seguridad que se
imponen al planeta el aporte del antiguo Secretario de
Estado norteamericano, Zbignew Brzezinski, quien
identifica las beligerancias nacionales en la zona de
Eurasia, la proliferación de armas de destrucción
masiva, la proliferación de los conflictos entre el sur
y el norte y el riesgo de un renacimiento del fascismo
entre otros fenómenos que asedian al hegemonismo
norteamericano y que obstaculizan la consolidación de la
Pax Americana . Brzezinski, se mantiene fiel a las
doctrinas de Mahan y MacInder y asume como perspectiva
explícita la aspiración nacional americana a un estado
de total hegemonismo. Pero su punto de vista es
pesimista. Para él, la declinación acelerada de la
cultura y la conciencia cívica de los EEUU hacen desde
ahora casi inevitable la derrota americana en los
confrontamientos de este siglo .
Casi al terminar el primer año del milenio que
comienza, los hechos parecen confirmar el pesimismo que
ha venido sucediendo a la euforia fukuyámica.
Un informe muy recientemente presentado al Presidente
Bush por el National Defense Council Foundation sostiene
que “el modelo de la Guerra Fria bipolar se ha
desintegrado en un sistema en el que conflictos
producidos al azar emergen en todos los rincones de un
mundo interdependiente”, que “las naciones más
desarrolladas, incluidos los Estados Unidos, no han
desarrollado programas adecuados para el enfrentamiento
de esos conflictos de baja intensidad que se multiplican
a un ritmo alarmante”. “Bush –añade—deberá enfrentarse a
un mundo de conflicto incrementado”. De un total de 193
países que fueron examinados, no menos de 68, más
de un tercio, se encontraban en situaciones de conflicto
militar por causa de la actividad de ejércitos
irregulares, narcotraficantes armados, milicias tribales
o étnicas, organizaciones políticas militarizadas o
mafias del delito organizado. Todas estas situaciones
son conflictos que estallaron después de la caída del
muro de Berlín . La mayoría de ellos –añade
finalmente—han sido objeto de intervenciones
internacionales de motivación humanitaria que resultaron
totalmente ineficaces y agravaron los conflictos
encontrados.
Otro informe publicado, a comienzos de este año, por
la National Defense University llega a las mismas
conclusiones que Bzezinski: “el contexto económico y
social de la post Guerra Fria –es su conclusión--
resulta análogo en sentidos importantes a la clase de
mundo que describe la Teoría del Caos” .
De su parte, en un informe emitido también en los
primeros meses de este año por el Pugwash Study Group on
Intervention, Sovereignty and International Security,
Gwyn Prins, experto en políticas de intervención,
comentando una observación del diplomático británico
Robert Cooper, reconoce que las intervenciones
internacionales y unilaterales han dado lugar a un
verdadero ciclo de explosiones desde los finales de la
Guerra Fria. Comenta que la gradual liquidación de los
derechos de soberanía de los estados nacionales y el
debilitamiento de los roles otorgados a las Naciones
Unidas y al Consejo de Seguridad están siendo fuentes de
ansiedad creciente en el ámbito internacional. Reconoce
dos hechos evidentes al iniciarse el nuevo siglo. El
primero que la condicionalidad impuesta a las soberanías
nacionales –y que se ha convertido en una preocupación
primaria de la China y la Federación Rusa—ha terminado
por resultar más impositiva que si hubiera sido
originada en la directa imposición de un hiperestado o
en la directa dictadura de un estado sobre otros. El
segundo, que el rechazo “brutalmente claro” de esas dos
potencias atómicas a tal imposición, hecho explícito por
declaraciones emitidas desde el último diciembre, “ha
encontrado considerable simpatía entre las elites
políticas de la mayoría de los estados tercermundistas y
en las de los los excoloniales independizados durante el
reciente medio siglo” .
Confirmando la mirada pesimista que dirigen al futuro
todos estos analistas, el informe proyectado al 2015
presentado por la CIA el último diciembre describe un
conjunto de hasta cuatro escenarios potenciales a cual
más negativo. En todos ellos “los efectos negativos de
la globalización promueven dislocación extensiva y
conflicto o alientan los regionalismos”. En todos ellos,
“la influencia global de los EEUU se desvanece”. Algunas
de las proyecciones que el informe de la CIA infiere de
la situación actual, son las siguientes: “...la economía
de los EEUU se debilita y termina en estancamiento.
Crecen las tensiones entre Europa y los EEUU y la
alianza entre los dos se deteriora mientras que los EEUU
retiran sus ejércitos y Europa se vuelve hacia sí misma
apoyándose en sus propias instituciones regionales. En
América Latina, al mismo tiempo, las crisis de
gobernabilidad crean inestabilidad especialmente en
Colombia, Cuba, México y Panamá obligando a los Estados
Unidos a concentrarse en la region”. “El conflicto es
mínimo en el interior de los espacios hegemónicos y
entre los estados que se benefician de la globalización.
Una minoría –Africa Subsahariana. Medio Oriente, Asia
Central y Meridional y los países de la región andina no
se beneficiarán de los cambios positivos, y persistirán
los conflictos en y alrededor de esos países”. “En
conjunto y en el mediano y largo plazo seguirán
multiplicandose conflictos, alimentados por la
frustración de expectativas, las desigualdades y el
crecimiento de las tensiones comunales: las armas de
destrucción masiva seguirán proliferando y terminarán
por ser usadas por lo menos en uno de esos conflictos
internos” .
Las previsiones parecen confirmarse. Podría añadirse
a este respecto que los todavía más recientes
desacuerdos sucesivos entre los EEUU y los estados de la
Unión Europea en torno a asuntos tales como los del
espionaje económico-industrial, los del uranio
empobrecido, los acuerdos de Tokio, la OTAN y el
Ejército Europeo, el escudo misilístico y, en el curso
de las últimas semanas, el tratado internacional de
prohibición del armamento bioquímico, así como la nueva
condición disminuída de la ONU y del Consejo de
Seguridad en la decisión de los asuntos planetarios, han
efectivamente terminado por provocar también irritación
entre los europeos. La exclusión de los EEUU en la
Comisión de Derechos Humanos de la ONU, ocurrida hace
unos días, es un síntoma más del estado de ánimo que se
viene generando. Y, si bien es cierto que lo que se
adelante en ese informe sobre el inmediato desarrollo de
las tensiones sociales internas a Cuba, Panamá y México
no se avizora todavía, en el último año la inestabilidad
de Colombia ha progresado junto con la ecuatoriana, la
boliviana y la peruana y ,por un momento, ha parecido,
en las últimas semanas que los roces fronterizos del
Perú en una y otra dirección se hayan querido renovar.
. Un informe tan reciente como los anteriores
es el que ha hecho público la U.S.Comisión On National
Security: “Los Estados Unidos no son inmunes a amenazas
planteadas por armas de destrucción o disrupción de
masa”. “Catastróficas acciones de violencia o
terroristas podrán causar un número de bajas superior al
que se haya podido siquiera imaginar hasta el momento”.
“Debemos prepararnos para enfrentar desastres y en
especial emergencias provocadas por el uso de armamento
de destrucción masiva”. “Mantener fuerzas nucleares y
convencionales cada vez más poderosas es de alta
prioridad tanto para la protección territorial como para
las misiones en el extranjero”. “Las fuerzas disuasivas
podrían tener poca eficacia al enfrentarse a grupos
apoyados en secreto por estados o individuos motivados
por agravios reales o imaginarios” . Otro informe,
todavía más reciente, difundido por la ONU y publicado
en Londres por el diario Guardian el dia 7 de mayo de
este año, hace saber que entre 1993 y 2001 se ha
registrado ya no menos de 550 incidentes vinculados con
tráfico ilegal de material nuclear de los cuales 370
confirmados y que no menos de cien grupos
terroristas podrían disponer ahora mismo de armamento
atómico.
Mientras tanto, como anticipaba Huntington, el breve
interludio unipolar se desplaza de retorno a la
bipolaridad o tiende hacia la multipolaridad. El
antagonismo y confrontamiento histórico entre el mar y
el continente descrito por McKinder está otra vez en
marcha, asumiendo ahora la figura de un confrontamiento
entre atlantismo y eurasismo. Las líneas de avance
retoman la direccionalidad que han mantenido durante
varios siglos independientemente de los sucesivos
contextos ideológicos. La Federación Rusa, a la que no
se debe ya subestimar, levanta la cabeza gradualmente
después de la derrota de la Unión Soviética y afirma
posiciones frente al unihegemonismo. Retoma, para esto,
como lo hice ya notar en un artículo que data de julio
del 2000 (Fuenzalida
Vollmar, Fernando: Pacífico, Mar del Sur o Mare Nostrum
–El Nuevo Pivote Geopolítico de la Historia) sus
tres vectores tradicionales: el primero hacia occidente,
persiguiendo un nuevo entendimiento con Berlín y
asegurando posiciones en las zonas balcánica con Serbia,
y en la Oriental Europea con Ucrania; el segundo en
dirección meridional, centrando su atención en la
barrera afgana con la intención explícita de alcanzar
una salida al Oceano Indico y a las puertas de Bab el
Mandel y Adén; en los meses más recientes un doble pacto
militar, con la India –potencia atómica tambien y con
Irán asegura finalmente a la Federación un acceso a
estos espacios; el tercero hacia el oriente, mediante el
establecimiento del Pacto Eurasiático que la liga una
vez más al destino de la China, en crecimiento y
potenciada por la bomba de neutrones, y que busca
activamente proyectarse a una Corea reunificada, también
atómica y activamente unida –sur y norte-- a Rusia en su
oposición al escudo misilístico, a un Taiwán conciliador
y económicamente poderoso cuyo presidente anuncia ya una
visita oficial al Continente para octubre próximo y a un
Japón en crisis, que se muestra resentido por las
manipulaciones especulativas del mercado financiero de
occidente. La estructura de esta red de alianzas que se
viene construyendo se ha cerrado en el área
centroasiatica por la reciente creación del Grupo de los
Cinco de Shanghai y alcanza ya a la América del Sur a
través de los pactos militares entre Venezuela y la
Federación. Organizaciones económicas como el PBEC, el
PECC y la APEC constituyen una trama que refuerza los
contactos en esa dirección. Persiste la Federación, con
esto, en la estrategia clásica de la telurocracia,
consistente en la generación de espacios de dominio a
partir del heartland euroasiático, afirmados en la masa
continental, dotados de continuidad espacial y
articulados en virtud de alianzas o anexiones. China es
hasta ahora la principal beneficiaria de todos
estos movimientos. Motivo de preocupación para los EEUU
ha sido ya la transferencia del Canal de Panamá a los
capitales chinos, así como la construcción por esos
mismos capitales de un gigantesco megapuerto en las
Bahamas.
En cuanto al sistema Atlántico --advertía yo en el
artículo citado-- mejor representado en el momento por
la NATO que por la asociación política entre los Estados
Unidos y la Comunidad Europea, prosigue también un
triple avance: en primer lugar hacia el oriente
afirmando posiciones sobre la Europa Central y Oriental
y los Balcanes y extendiendolas a Ucrania; en segundo
lugar hacia la región meridional abandonando al Africa
anarquizada y devastada, afirmando su dominio
neutralizador sobre la América del Sur, constituída por
"países nominalmente independientes" como los designa
Alexandre de Marenches el ex Jefe de los Servicios
Secretos Franceses, y manteniendo posiciones en la zona
Sur Pacífico, en tercer lugar hacia occidente bajo la
forma de una penetración económica y cultural que se
afirma sólidamente en la zona ruso siberiana y que crece
venciendo resistencias en el mismo Heartland de la
Federación. Persiste, con esto, de su parte, en la
estrategia clásica de la talassocracia, consistente en
el dominio de los espacios de comunicación y de
transporte, afirmado fundamentalmente en los océanos y
orientado a la supremacía en el control de la economía,
la finanza y el comercio como instrumentos del poder
político.
Hans Morgenthau de la universidad de Chicago había
hecho notar hace ya algunos años que, más allá de
las controversias ideológicas del capitalismo y el
marxismo lo que el confrontamiento océanico-telúrico
hacía manifiesto era el confrontamiento entre dos
principios morales en conflicto. Desde la perspectiva
americana de Hans Morgenthau éstos principios son los de
la libertad y la tiranía, desde la perspectiva rusa de
teóricos actuales como Alexander Dugin se trata más bien
del individualismo ateo y secularizante contra el
solidarismo alimentado por la tradición cristiana de la
Santa Rusia.. Cualquiera que sea la interpretación queda
un hecho en evidencia: la ideología de la democracia
representativa anglosajona y el mercado libre se
enfrenta en este nuevo despliegue de las fuerzas con una
poderosa resistencia que ideológicamente se nutre no ya
del materialismo ateo del marxismo comunista sino
de las identidades y tradiciones religiosas de los
pueblos implicados. Es ahora la Iglesia Ortodoxa y no el
Partido Comunista el más entusiasta defensor de la
doctrina eurasista y del nuevo proyecto de Pax
Eurasiática, así como lo son, en la Comunidad Europea y
en la América Latina, la Iglesia Católica y la Luterana
y, en el área afroasiática, el Islam los más ardientes
críticos del neoliberalismo y de las globalizaciones
asimétricas y defensores de las identidades nacionales y
étnicas.
Hecha explícita la vocación eurasista de la
Federación Rusa después de los rechazos hechos a su
integración tanto por la NATO como por la Comunidad
Europea y completada la articulación de su eje de
expansión hacia el oriente por el Pacto Eurasiático
firmado con Pekín, India e Irán al mismo tiempo que el
hegemonismo de los Estados Unidos con la NATO garantiza
la estabilización del eje de expansión del atlantismo
sobre las costas del Pacífico, los dos vectores del
conflicto han terminado por encontrarse finalmente no
sólo en la región balcánica en donde se revela en estos
dias (Insight Magazine, Declaraciones del
Representante Roscoe Bartlett, mayo 5 2001) que en 1999
los EEUU y Rusia estuvieron al borde de un confrontación
atómico por causa de la crisis de Kosovo, sino también y
sobre todo en este Océano que se hace centro de gravedad
de los conflictos. En la zona meridional del Mar de
China se vienen repitiendo los enfrentamientos ya desde
hace varios años. Alexandre de Marenches, que ya desde
el 1970 trabajaba en su oficina sobre un mapa centrado
en el Pacífico, llama a este Océano "el Mare Nostrum del
futuro" y "el pivote geopolítico del siglo XXI". En su
análisis del proceso geopolítico en la región Pacífico,
Marenches anuncia como centros de decision mundial
futuros a San Francisco, Vancouver, Tokio, Pekin,
Vladivostok y Sydney. Las estrategias de carácter
océanico adquieren en tal forma un nuevo privilegio. Las
tensiones generadas por los movimientos de apertura de
la la nueva partida que se inicia en el tablero de lo
que llamó Brzezinski La Gran Partida de Ajedrez
afectan ya a la América Latina y se traducen en los
sucesivos confrontamientos encubiertos y maniobras de
desestabilización que han afectado en estos dos últimos
años al Perú, a Bolivia, a Venezuela y a Brasil, después
de golpear con algo menor intensidad a Chile, Paraguay y
la Argentina y han llevado al Plan Colombia a un plano
primerísimo de preocupación para los analistas. El
avance persistente de este plan hacia sus aparentes
objetivos resulta reforzado por la dolarización de un
Ecuador caotizado y la reciente firma de convenios que
otorgan a los EEUU el privilegio para la construcción y
manejo del megapuerto comercial y militar de Manta y de
la ruta que unirá a ese país con el puerto atlántico de
Manaos en Brasil. Los respectivos movimientos de
apertura y de defensa en la partida, están aun en el
momento teniendo como como foco y como blanco al todavía
frágil proceso de unificación política y económica que
fue parte del consenso internacional andino que
anunció el Acta de Lima de junio del 2000. El apremio
por adelantar la incorporación de estos países en el
ALCA que ha hecho manifiesto el gobierno de los EEUU en
las recientes reuniones de Québec y San José forma parte
de la contraofensiva diplomática de ese país,
todavía resistida por la América Latina bajo el
liderazgo de Cardoso y Hugo Chávez. Una resistencia de
la que el bloque latinoamericano ha dado muestras ya, en
la reunión del mismo Pacto Andino en Valencia,
Venezuela, en junio 2001, de estar debilitándose ante la
presión.
El interior de la América del Sur, como lo he hecho
notar en otra parte, es el espacio de los "países
nominalmente independientes" de que habla Marenches. Es
al mismo tiempo el territorio del antiguo Imperio
Hispano del Perú y del Tahuantisuyo efímero de Túpac
Amaru. Comprende entre las regiones amazónica y chaqueña
y las pampas argentinas una las áreas más ricas de
recursos del planeta que se halla en su mayor parte
inexplotada. Se trata, al mismo tiempo, de regiones
despobladas o de baja densidad poblacional. Una densidad
que podría ser más reducida todavía mediante políticas
de población ad hoc que pusieran sus recursos a
disposición de los crecimientos hegemónicos. La
tendencia a incrementarse las invasiones migratorias
hacia los espacios de mayor desarrollo económico podría,
por ejemplo, ser eventualmente compensada expandiendo
esos espacios hegemónicos hacia las zonas de mayor
despoblación y máximos recursos que son ahora al mismo
tiempo las de mayor pobreza y desarrollo mínimo. Si
hemos de atenernos a las opiniones y a los juicios de
los más importantes analistas, en el siglo que se abre
la América Latina se convierte en ámbito de decisión
geopolítica mundial y estos años que vivimos se
convierten en "años de decisión", como llamó a los que
vivía en Europa poco antes de la IIa Guerra, el
historiador Oswald Spengler.
Por lo pronto, ya se anuncia un viraje histórico en
el énfasis del despliegue militar americano, con China
suplantando a Rusia como antagonista principal. Una
declaración hecha por el Secretario de Defensa Ronald
Rumsfeld hacia fines del pasado mes de marzo 2001
concluyó en que será el Océano Pacífico a partir de
ahora el foco principal de los intereses estratégicos de
los EEUU mientras la prensa americana reconocía en
esto los indicios del comienzo de una nueva Guerra Fría.
Aunque con el disentimiento del almirante Dennis Blair,
Jefe del Comando del Pacífico Meridional la tendencia,
hecha manifiesta repetidas veces por el Secretario de
Defensa en los dos meses siguientes, viene a confirmar
las predicciones de Marenches (The New York Times, mayo
18 2001).
China, de su parte, ha iniciado una contraofensiva de
carácter económico en la América del Sur. Las visitas
sucesivas del Presidente de la China, Jian Zeming a la
Argentina a Caracas y a La Habana con los ventajosos
acuerdos económicos logrados por los sudamericanos
apuntan, al mismo tiempo que se anuncia la “doctrina
Rumsfeld”, a una época de cooperación incrementada entre
los estados orientales y sudamericanos del Pacífico. La
coincidencia de Jospin con Jiang Zemin en Buenos Aires
pone en manifiesto el respaldo que la Union Europea
otorga a tal cooperación, Chile declara que “no está en
condiciones de precisar una fecha para su ingreso en el
tratado de Libre Comercio y, mientras tanto --en Buenos
Aires y en Caracas-- Colombia, Venezuela, Argentina y el
Brasil han declarado su voluntad explícita de postergar
hasta más avanzada la integración sudamericana o por lo
menos hasta el año 2005 toda decisión de incorporarse al
ALCA mientras Buenos Aires anuncia su respaldo a un
posible ingreso de Venezuela en MERCOSUR. En Caracas un
analista vinculado con los medios de gobierno, Alberto
Buela, especula sobre las potencialidades eventuales de
“un rombo” conformado por Brasilia, Buenos Aires, Lima y
Caracas .
El contrataque americano sucedió en Québec días
después en la reunión de la Cumbre Americana. Celebrada
en medio de un impresionante despliegue policial
destinado a contener a decenas de millares de
manifestantes antiglobalización, en su mayoría
canadienses, norteamericanos y europeos, en la reunión
se propuso planes destinados a imponer mayores recortes
a la estructura y funciones del Estado, así como a
continentalizar y profundizar las privatizaciones que
esta vez incorporaban no solo a los servicios públicos
sino también a las responsabilidades municipales.
Incluidas en el paquete estaban la desregulación total
de la actividad bancaria y una “carta de derechos” de
las corporaciones que colocaría a éstas en situación de
negociar con los estados en posición de iguales. A
puerta cerrada, se discutió la dolarización total del
continente. Los jefes de estado latinoamericanos
acogieron estas propuestas con prudencia cautelosa. Sin
embargo, no pudieron inhibirse de firmar un compromiso
de “exclusión” por el que se condenaría al ostracismo y
al bloqueo a las economías de aquellos países que en el
futuro no conformen sus formas y estilos de gobierno al
paradigma de la democracia standard diseñado desde el
hegemón anglosajón. Todo configura, en este primer
semestre del año 2001 la emergencia de estrategias que
podrían confirmar las sombrías predicciones de los
analistas norteamericanos o que, por el contrario
pudieran conducir a un futuro alternativo diferente del
que los analistas de Estados Unidos han anunciado estos
años con tanto pesimismo.
Por lo pronto, el panorama se presenta
sustancialmente transformado en relación con el que
dominó las consideraciones estratégicas en el curso de
los pasados sesenta años. Es oportuno considerar algunas
de estas transformaciones:
Desaparecido el peligro comunista que dio lugar a
su conformación y consolidación, el sistema de
alianzas que nació en la Guerra Fria se encuentra en
estado avanzado de descomposición.
La condición de unipolaridad en que tuvo su
comienzo la post guerra fría ha dado lugar a
distorsiones –particularmente la de asimetría de
poderes en los campos político, económico, cultural y
militar—que ejercen presión considerable sobre las
soberanías nacionales y que comienzan a imponer
restricciones de suma gravedad sobre la aplicación del
principio de libre determinación.
A la inquietud y el descontento que esta situación
genera entre las naciones afectadas por estos procesos
asimétricos, se añade la creciente ola mundial de
desocupación y el empobrecimiento de las grandes
mayorías por causa de una crisis económica a la que
las distorsiones de la liberalización han terminado
por convertir en crónica
La inquietud y el descontento de las
mayorías laboral y económicamente afectadas por el
proceso en marcha da comienzo a una nueva era de
transtornos y confrontamientos sociales de escala
mundial que girarán inevitablemente en torno a los
problemas generados por la globalización y la
neoliberalización de las economías. Las ideologías que
servirán de vector a estos procesos no estarán ya
polarizadas por las divergencias teológico metafísicas
entre el materialismo y el no materialismo,
colectivismo e individualismo, sino por concepciones
antagónicas acerca de la naturaleza del Estado, la
definición de la democracia, el manejo de las
economías y las identidades nacionales.
En el tablero geográfico político se observa un
reacomodamiento acelerado en el sistema mundial de las
alianzas que tiende a una bipolarización entre las
potencias Atlánticas y sus zonas de influencia y las
Pacíficas acompañadas por las suyas. El centro de
gravedad de los confrontamientos entre estos nuevos
polos se desplaza hacia la cuenca del Pacífico y su
zona territorialmente crítica se identifica con la del
continente americano. Estados Unidos y la China no
podrán ya evitar por mucho tiempo el que los
conflictos de mayor y media intensidad lleguen a
comprometer sus propios territorios. La América del
Sur y sus recursos constituirán un espacio de disputa
entre los hegemonismos antagónicos y corren el peligro
de verse involucrados en conflictos de mayor
intensidad y escala que en el pasado. En el interior
de las alianzas mayores tenderá a desarrollarse
conflictos secundarios por rivalidad y antagonismo
entre las diferentes zonas civilizacionales
implicadas. Entre la Unión Europea y los Estados
Unidos por ejemplo o entre los Estados Unidos y la
América del Sur. Solo con dificultades los conflictos
de esta escala podrán ser aislados evitando el
involucramiento del otro o de los otros hegemones. El
objetivo de los confrontamientos estará orientado ya
no al control de territorios sino directamente al de
sus recursos, y no directamente al control de los
estados sino al dominio psicocultural de sus
poblaciones. Las armas privilegiadas serán las del
mercado financiero y de la información. En las
diversas escalas e intensidades de los
confrontamientos adquirirán una importancia cada vez
mayor las tecnologías más sofisticadas, las
operaciones de guerra sicológica, sicosocial e
informativa, el terrorismo internacional ejercido por
cuenta de mafias, corporaciones financieras y
naciones, las represalias, sanciones o agresiones
económicas, y la desestabilización económica,
política y social del adversario.
Las áreas y regiones civilizacionales política y
económicamente fragmentadas, particularmente si se
ubican territorialmente en zonas particularmente ricas
en recursos o en espacios geográficos de importancia
estratégica en la bisagra entre Atlántico y Pacífico y
sufren de un atraso en su desarrollo político, social
y productivo, tal como es el caso de la America del
Sur y Latina en general, tenderán a ser sujetos de una
regresión acelerada hacia condiciones coloniales a
menos que se integren aceleradamente para la
constitución de unidades autónomas de escala
equivalente a la de las potencias hegemónicas.
En el marco de las circunstancias y
condicionamientos que describen los principales
analistas y de las consecuencias que derivan, para
países y estados como el de la nación peruana el diseño
de políticas de seguridad y de defensa se encuentra en
estos días con dificultades semejantes a las que se hubo
de enfrentar en el pasado, por las naciones del viejo
continente, durante la época crítica del tránsito entre
los estados dinásticos y los territoriales.
Por lo pronto, el objetivo inmediato de una política
de Defensa y de Seguridad está en la defensa de la
soberanía del Estado y de su estabilidad. La soberanía
se define desde sus contenidos como la soberanía de la
autodeterminación sobre los asuntos que atañen a sus
propias condiciones de existencia, sobre las poblaciones
a las que representa y sirve y las que se acogen a su
ámbito, sobre su territorio y sus recursos, sobre la
orientación de sus recursos y dinámicas de la cultura...
Pero ¿a qué soberanía y a qué derecho de
autodeterminación se habrá de aplicar en defender y dar
seguridad una política, en el marco de un Estado que se
encuentra ya voluntaria o involuntariamente
precondicionado externamente a la nación y cuyo propio
derecho de existir está ya siendo puesto en juicio?. ¿A
qué territorio habrá de aplicarse la defensa si una
privatización desacertada y poco responsable de los
recursos colectivos y una apertura incontrolada de
mercados llega a imponerse en esferas de derecho que
asuman las conducciones económicas desde una
jurisdicción supraestatal y termina por multiplicar
bolsones de extraterritorialidad dentro de las fronteras
nacionales?.¿Cómo habrá de controlarse estos excesos si
el Estado no tiene ya la libertad para tomar sus propias
decisiones en materia de orientaciones y manejo de su
propia economía?. ¿Cómo podrá recuperar el Estado esa
libertad si su estructura y sus políticas obedecen a una
reglamentación, una vigilancia y un control manejados
por agencias extranjeras?
Dentro de esta perspectiva, la Fuerza Armada no
podrá, por su propia responsabilidad, desentenderse en
el futuro de los esfuerzos de la civilidad y de sus
dirigencias por la moralización y el mejoramiento en
eficiencia del aparato del Estado ni por los esfuerzos
que éste alcance a realizar para la plena recuperación y
el ejercicio libre de sus funciones, privilegios y
tareas en la protección de las libertades ciudadanas, la
protección del patrimonio común y los recursos, la
orientación de la vida económica del país, la promoción
del desarrollo y el mejoramiento contínuo de la calidad
de vida ciudadana y la cultura.
Seguirá estando, en los años que vendrán, en la
necesidad imperativa de la defensa y seguridad del
estado y la nación peruana y en el futuro más inmediato
que se presenta a nuestros ojos, la de traer a la
realidad el salto de escala necesario para equiparar las
presiones ejercidas por las fuerzas internacionales que
se ejercen sobre la región. Para el logro de esos fines
resultará indispensable priorizar la estrategia y las
acciones de nuestras diplomacias iberoamericanas en el
esfuerzo compartido para lograr la integración política
y económica de la región andina, favorecer la de los
países del cono sur, fortalecer los vínculos con la
potencia atlántica más próxima y afín que es el Brasil y
proceder, en una fase posterior, a la integración
conjunta del espacio sudamericano. En ese esfuerzo
resultará indispensable también a cada una de nuestras
naciones encontrar externamente los apoyos necesarios en
una sabia y astuta política de alianzas. La Fuerza
Armada deberá capacitarse para proveer la máxima
eficiencia activa en el respaldo a los esfuerzos que
realice nuestra diplomacia en esa dirección.
La brecha abierta entre la civilidad y las fuerzas
armadas en las décadas pasadas de nuestra historia es
una herida abierta que sangra todavía en el mismo
corazón de todos los sudamericanos. Es una herida que
debilita a las nacione y contribuye a desmoralizar al
ciudadano, mermar la fortaleza de nuestras sociedades,
estimular el derrotismo, alienar al empresario y al
político identificándolo con intereses ajenos y
antagónicos a los de su país y alentar la corrupción.
Esa herida necesita con urgencia ser cerrada si la
América del Sur se encuentra interesada todavía en la
preservación de sus soberanías, sus derechos a la
autodeterminación por las voluntades ciudadanas y sus
libertades individual y colectiva.
Se encuentra dentro de las necesidades de una
legítima política de seguridad y de defensa el cierre de
esa grieta y el logro de un total entendimiento y una
eficaz colaboración entre Fuerzas Armadas y civilidad.
Las Fuerzas Armadas deben tomar la iniciativa y ser
activas en la ejecución de una política adecuada a esos
fines. No basta para eso con las muestras de contricción
que demandan los políticos. Necesitan demarcar con
precisión el espacio de sus obligaciones, privilegios y
derechos y trazar con no menos claridad la línea de
frontera entre sus atribuciones y responsabilidad y
aquellos que atañen a las instituciones de la civilidad.
Hacer conocer con transparencia tales demarcaciones al
ciudadano común en general ofreciendo y demandando las
garantías necesarias de que serán respetadas de una y
otra parte de aquí en adelante. Necesitan también
colaborar activamente en el apoyo material a la
preservación y promoción del bienestar de las
poblaciones con las que se mantienen en contacto.
Pero tampoco eso basta todavía. No existen ya guerras
que no involucren a la civilidad. Lo hemos comprobado
una y otra vez desde los años del 1914. Cada civil
adecuadamente entrenado e informado en los asuntos
militares es una garantía más de la seguridad propia y
ajena en casos de conflicto. La educación premilitar y
militar de cada ciudadano es una necesidad universal en
el mundo del siglo que comienza. En los marcos de una
legítima política de seguridad y de defensa las Fuerzas
Armadas deberían insistir incansablemente en la
universalización y superación en calidad de la
instrucción militar en los niveles de la escuela, el
colegio y la universidad, así como en la instrucción e
información de los sectores profesionales, empresariales
y políticos en materia de asuntos de seguridad y de
defensa. Las instituciones ya existentes en las que se
preserva y se mantiene el diálogo entre militares y
civiles en torno a nuestros problemas de seguridad y de
defensa deberían cumplir un rol de conducci
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