El término "Nacional-Bolchevismo" puede indicar imágenes
muy diversas. En sí, emergió en Alemania y en Rusia para reflejar la
intuición, por parte de algunos teóricos políticos, del carácter nacional
de la Revolución bolchevique de 1917, carácter oculto a la fraseología del
marxismo internacionalista ortodoxo. En el contexto ruso,
"nacional-bolchevique" fue la denominación habitual de aquellos comunistas
orientados hacia la conservación del Estado y (consciente o
inconscientemente) continuadores de la línea geopolítica de la misión de
la Gran-Rusia. Pero "nacional-bolcheviques" rusos se encuentran tanto
entre los blancos (Ustrialov, los "smeno-vekhovisij", los euroasiáticos de
izquierda) como entre los rojos (Lenin, Stalin, Radek, Lezhnev, etc.) (1).
En Alemania el fenómeno análogo se asoció a las formas de nacionalismo de
extrema izquierda de los años 20 y 30 del siglo XX, en cuyos ambientes se
daba una combinación de ideas socialistas no-ortodoxas, ideas
nacionalistas y actitudes positivas a un entendimiento con la Unión
Soviética. Entre los nacional-bolcheviques alemanes, el más coherente y
radical fue sin duda Ernst Niekisch; pero en este movimiento también
encontramos personajes destacados de la Revolución Conservadora alemana,
como Ernst Jünger, Ernst von Salomon, August Winnig, Karl Otto-Paetel,
Harro Schulzen-Beysen, Hans Zehrer, así como miembros del Partido
Comunista, como Laufenberg e Wolfheim, pero también figuras espontáneas
del ala izquierda del NSDAP, como Otto Strasser y Joseph Goebbels.
En verdad, el concepto de "Nacional-Bolchevismo", por
amplitud y profundidad, atraviesa las corrientes políticas. Todavía hoy,
para llegar a una comprensión adecuada, debemos examinar problemas de
orden teórico y filosófico de orden más global, concernientes a las
definiciones de "derecha" y de "izquierda", de "nacional" y de "social".
La doble palabra "nacional-bolchevismo" encierra un significado
paradójico. ¿Cómo pueden dos nociones mutuamente excluyentes combinarse en
un único término?
Independientemente de los éxitos alcanzados por las
reflexiones de los nacional-bolcheviques, que se resienten sin duda de las
limitaciones del contexto histórico específico, la idea de una
aproximación de la izquierda al nacionalismo y de la derecha al
bolchevismo se revela inesperada y sorprendentemente fecunda, abriendo
nuevos horizontes a la comprensión de la lógica histórica, del desarrollo
social y del pensamiento político.
Nuestro punto de vista no será un hecho político
particular y concreto: si Niekisch escribió esto, si Ustrjalov evaluó un
cierto fenómenos de tal modo, si Savitskij apuntó esta argumentación, y
demás. Debemos, por el contrario, intentar la observación del fenómeno
desde un punto de vista sin precedentes: aquello mismo que lo hizo posible
la existencia de tal combinación "nacional y bolchevique". Obrando tal
estaremos en condiciones no sólo de describir el fenómeno, sino también de
comprenderlo y ―gracias a ello― de comprender muchos otros aspectos de
nuestra época paradójica.
LA
INESTIMABLE CONTRIBUCIÓN DE KARL POPPER.
En la ardua tarea de definir la esencia del
"nacional-bolchevismo" es difícil algo mejor que la referencia a las
investigaciones sociológicas de Karl Popper, y especialmente a su trabajo
fundamental "La sociedad abierta y sus enemigos". En esta obra ponderosa,
Popper propone un modelo en base al cual todos los tipos de sociedad se
reparten en grandes líneas en dos categorías principales: las sociedades
abiertas y las sociedades no abiertas, siendo estas últimas obra de los
enemigos de la sociedad abierta. Según Popper, las sociedades abiertas se
basan en el rol central del individuo y sobre sus características
fundamentales: racionalidad, discrecionalidad, ausencia de una teleología
global en la acción, etc. El sentido de la sociedad abierta consiste en el
rechazo de todas las formas de Absolutos no compatibles con la
individualidad y con su naturaleza.. Una sociedad tal es abierta" a causa
de la variedad de las combinaciones ilimitadas de los átomos individuales
(aunque privados de sentido y de finalidad); teóricamente, una sociedad de
este género debiera estar dirigida a conseguir un equilibrio dinámico
ideal. El mismo Popper se declara un firme partidario de la sociedad
abierta.
El segundo tipo de sociedad es definido por Popper como
"hostil a la sociedad abierta". Queriendo prevenir las posibles
objeciones, no la llama "sociedad cerrada", pero usa frecuentemente el
término "totalitaria". En cualquier caso, según Popper, la simple
aceptación o rechazo del concepto de "sociedad abierta" constituye un
criterio de clasificación para cualquier doctrina política, social o
filosófica.
Enemigos de la "sociedad abierta" son quienes propugnan
todo género de modelos teoréticos fundados sobre el Absoluto, en vez del
rol central del individuo. El Absoluto, incluso cuando se elige por libre
elección, invade inmediatamente la esfera individual, transforma
radicalmente su proceso evolutivo, viola coercitivamente la integridad
atomista del individuo sometiéndolo a cualquier otro impulso individual
externo. El individuo vienen inmediatamente limitado por el Absoluto, y
por lo tanto la sociedad pierde su condición de "apertura" y la
posibilidad de un libre desarrollo en todas las direcciones. El Absoluto
pone fines y límites, establece dogmas y normas, plasma al individuo como
el escultor plasma sus materiales.
Popper hace iniciar la genealogía de los enemigos de la
"sociedad abierta" con Platón, a quien considera el fundador del
totalitarismo en filosofía y padre del "oscurantismo". Después, paso a
paso, continúa con Schlegel, Schelling, Marx, Spengler y otros pensadores
modernos, todos puestos en común, en su clasificación, por un indicio: la
introducción de construcciones metafísicas, éticas, sociológicas y
económicas fundadas sobre principios que niegan la "sociedad abierta" y el
rol central del individuo. Y sobre este punto Popper es absolutamente
justo.
El elemento más importante del análisis de Popper es el
hecho de que pensadores y políticos sean catalogados como "enemigos de la
sociedad abierta" independientemente de sus convicciones de "derecha" o de
"izquierda", "reaccionarias" o "progresistas". Popper pone el acento sobre
otro punto sustancial y sobre un criterio más fundamental, que unifica
ideologías y filosofías en apariencia contradictorias. Marxistas,
conservadores, fascistas, algunos social-demócratas, todos ellos pueden
ser identificados como "enemigos de la sociedad abierta". Al mismo tiempo,
liberales como Voltaire o pesimistas reaccionarios como Schopenhauer
pueden descubrirse unidos en el conjunto de los amigos de la sociedad
abierta.
La fórmula de Popper es esta: o "la sociedad abierta" o
"sus enemigos"
LA SANTA
ALIANZA DEL OBJETIVO
La definición más acertada y apreciada de
"nacional-bolchevismo", será ahora la siguiente: "El nacional-bolchevismo
es la super-ideología común a todos los enemigos de la sociedad abierta".
No es sólo una entre las ideologías hostiles a tal sociedad, sino
precisamente su antítesis consciente, total y natural. El
nacional-bolchevismo es un tipo de ideología que se apoya en la completa y
total negación del individuo y en su rol central; y en la cual el Absoluto
―en cuyo nombre el individuo es negado― asume su sentido más amplio y
general. Osaremos decir que el nacional-bolchevismo justifica cualquier
versión del absoluto, cualquier refutación de la "sociedad abierta". En el
nacional-bolchevismo está inscrita la tendencia a universalizar el
Absoluto a cualquier coste, a promover una ideología y un programa
político tales que sean la encarnación de todas las formas intelectuales
hostiles a la "sociedad abierta", reconociendo un común denominador e
integrando un bloque conceptual y político indivisible.
Naturalmente, en el transcurso histórico, las varias
tendencias hostiles a la "sociedad abierta" fueron también hostiles las
unas hacia las otras. Los comunistas han negado indignados su semejanza a
los fascistas, y los conservadores han negado tener nada que ver con ambas
corrientes citadas. En la práctica, ninguno entre los "enemigos de la
sociedad abierta" admite ninguna relación con las otras ideologías
análogas, considerando al mismo tiempo este parangón como una crítica
denigratoria. Al mismo tiempo, las diferentes versiones de la misma
"sociedad abierta" se han desarrollado en estrecha unión recíproca,
demostrando una clara conciencia de su parentela ideológica y filosófica.
El principio del individualismo ha sabido unir a la monarquía protestante
inglesa con el parlamentarismo democrático de Norteamérica, donde en sus
inicios el liberalismo se combinó graciosamente con la posesión de
esclavos.
Fueron precisamente los nacional-bolcheviques los
primeros en intentar una coalición de las varias ideologías hostiles a la
"sociedad abierta"; ellos revelaron la existencia de aquel eje común que
―al parecer de sus adversarios ideológicos ― reunía en torno a sí todas
las posibles alternativas al individualismo y a la sociedad por él
fundada.
Los primeros nacional-bolcheviques históricos
construyeron su teoría sobre la base de aquel impulso profundo y casi del
todo irreflexivo. El blanco de la crítica nacional-bolchevique fue el
individualismo, de "derechas" tanto como de "izquierdas". En la "derecha",
el individualismo se expresaba en la economía, en la "teoría del libre
mercado"; en la izquierda, en el liberalismo político: la "sociedad
igualitaria", la ideología de los "derechos humanos ", y similares.
En otras palabras, los nacional-bolcheviques supieron
identificar la esencia de su posición metafísica y la de sus adversarios.
En el lenguaje filosófico, "individualismo" se identifica
prácticamente con "subjetivismo". Si operásemos una lectura de la
estrategia nacional-bolchevique a este nivel, podríamos afirmar que el
nacional-bolchevismo es netamente contrario a lo "subjetivo" y netamente
favorable a lo "objetivo". La cuestión entonces no se pone en los términos
materialismo o idealismo, sino en los términos idealismo objetivo y
materialismo objetivo (a un lado de la barricada) o idealismo subjetivo y
materialismo subjetivo (al otro) (2).
Así, la filosofía política del nacional-bolchevismo
sostiene la natural unidad de las ideologías fundadas sobre la posición
central de lo objetivo, al cual se le confiere un status idéntico a aquel
del Absoluto, independientemente de cómo sea interpretado este carácter de
los objetivo. Podemos decir que la máxima metafísica suprema del
nacional-bolchevismo es la fórmula hinduísta "El Atman es Brahman". En el
hinduismo, el "Atman" es el Ser humano supremo, trascendente e indiferente
al "yo" individual, pero al mismo tiempo interno a este último como su
parte más íntima y misteriosa, huidiza a los condicionamientos de lo
inmanente. El Atman es el Espíritu interior, en su sentido objetivo y
supraindividual. El "Brahman" es la Realidad Absoluta, que abarca al
individuo desde el exterior, el carácter objetivo exterior elevado a su
fuente primaria y suprema. La identidad del Arman y el Brahman en su
unidad trascendente es el sello de la metafísica hindú y, sobre todo, el
punto de partida de la realización espiritual. Se trata de un elemento
común a todas las doctrinas sagradas, sin excepción. En todas se presenta
la cuestión de la finalidad fundamental de la existencia humana, de la
superación del "sí mismo", de la expansión hacia otros límites del pequeño
"yo" individual.; el camino que se aleja de este "yo", interior o
exterior, conduce al mismo éxito victorioso. De aquí lo paradójico de la
tradición iniciática, expresado en la famosa fórmula del evangelio: "quien
quiera ganar su vida la perderá". El mismo significado está contenido en
la genial afirmación de Nietzsche: "Lo humano es aquello que debe ser
superado". El dualismo filosófico entre "subjetivo" y "objetivo" ha
influenciado todo el curso de la historia en la esfera más concreta de la
ideología, siguiendo las especificaciones de la política y del
ordenamiento social. Las diferentes versiones de la filosofía
"individualista" se han concretado progresivamente en el campo ideológico
del liberalismo y de la política liberal-democrática. Se trata del
macro-modelo de "sociedad abierta" del cual se ha ocupado Popper. La
"sociedad abierta" es el último y más maduro fruto del individualismo
vuelto en ideología y realizándose en una política concreta. Es por ello
que nos obligamos a desarrollar el problema de un máximo común modelo
ideológico para los autores de la percepción "objetiva", de un programa
sociopolítico universal para los "enemigos de la sociedad abierta". El
resultado que obtendremos será la ideología del nacional-bolchevismo.
En paralelo a la radical innovación de esta filosofía
discriminante, operada verticalmente respecto a los esquemas habituales
(como idealismo-materialismo), los nacional-bolcheviques señalan una nueva
línea de confín en política. Derecha e izquierda son ahora ambas divididas
en dos sectores. La extrema izquierda (comunistas, bolcheviques,
"hegelianos de izquierda"), vienen a combinarse en la síntesis
nacional-bolchevique con los extremistas nacionalistas, estatalistas,
sostenedores de la idea del "Nuevo Medievo", en breve, con todos los
"hegelianos de derecha" (3).
Los enemigos de la "sociedad abierta" han retornado a su
terreno metafísico común.
LA
METAFÍSICA DEL BOLCHEVISMO O MARX VISTO DESDE LA DERECHA
Aclaremos ahora el modo de entender los dos componentes
de la expresión "nacional-bolchevismo" en un significado puramente
metafísico.
Como es sabido, el término "bolchevismo" hizo su
aparición en el curso del debate interior en el seno del POSDR (Partido
Obrero Social-Democrático Ruso), para definir la fracción que se situó
junto a las tesis de Lenin. Recordemos que la política de Lenin en el
ámbito de la socialdemocracia rusa se caracterizaba en su extrema
radicalidad, en el rechazo de los compromisos, en la acentuación del
carácter elitista del partido y en el "blanquismo" o teoría de la
conspiración revolucionaria. En seguida, los hombres que llevaron a
término la Revolución de Octubre y tomaron el poder en Rusia fueron
llamados "bolcheviques". Pero, en la fase post-revolucionaria, casi de
súbito, el término perdió su significado circunscrito y pasó a ser
entendido como sinónimo de "mayoritario", de "política pan-nacional", de
"integración nacional" ("bolchevique", en ruso, puede traducirse
aproximadamente como "representante de la mayoría"). Se llegó así a una
fase en la que el "bolchevismo" fue percibido como una versión nacional,
puramente rusa, del comunismo y del socialismo, en contraposición a las
abstracciones dogmáticas de los marxistas y, al mismo tiempo, de las
tácticas conformistas de las otras tendencias socialdemócratas. Una
similar interpretación del bolchevismo" fue en larga medida característica
de la Rusia, y fue aquella la que predominó en Occidente. La mención del
"bolchevismo" en reacción al término "nacional-bolchevismo" no se limita
todavía a este significado histórico. Estamos en presencia de una
determinada política, común a todas las tendencias de la izquierda radical
de naturaleza socialista o comunista que podemos definir "radical",
"revolucionaria" o "antiliberal". La referencia es a aquel aspecto de la
teoría de la izquierda que Popper define como "ideología totalitaria" o
como "teoría de los enemigos de la sociedad abierta". Por lo tanto, no es
posible reducir el "bolchevismo" al influjo de la mentalidad rusa sobre la
doctrina de la socialdemocracia. Se trata de una determinada componente
siempre presente en todas las filosofías de izquierda, y que puede
libremente desarrollarse al margen de las condiciones en la Rusia de
1917.
En los últimos tiempos, una cuestión viene interrogando a
los historiadores más objetivos: ¿La ideología fascista, es realmente "de
derechas"? Y el mismo hecho de expresar esta duda apunta naturalmente en
la dirección de la posible interpretación del "fascismo" como fenómeno más
bien complejo, que presenta una gran cantidad de trazos típicamente "de
izquierda". Y aquí anotamos la cuestión simétrica: ¿el "comunisno", es
realmente "de izquierdas"? Tal pregunta no ha llegado a los medios
académicos, pero la cuestión se hace urgente: es necesario cubrir esta
demanda.
Es difícil negar al comunismo trazos auténticamente "de
izquierdas", como la apelación a la racionalidad, al progreso, al
humanismo, al igualitarismo, etc. Pero, al lado de estos, presenta
aspectos que se presentan, sin sombra de duda, al margen de un marco de
"izquierdas" y que se asocian a la esfera de lo irracional, del
antihumanismo y del totalitarismo. Estos son en su conjunto los elementos
de "derechas" presentes en la ideología comunista, que definimos como
"bolcheviques" en su sentido más general, Antes, en el mismo marxismo,
aparecen dos elementos sospechosos, desde el punto de vista progresista,
de ser "auténticamente" de "izquierdas". Se trata de la herencia de los
socialistas utópicos franceses y del hegelianismo de izquierdas. Sólo la
ética de Feuerbach contrasta con la esencia "bolchevique" de la
construcción ideológica de Marx, confiriendo al conjunto entero una
colorista terminología humanista y progresista.
Los socialistas utópicos, ciertamente incluidos por Marx
en el conjunto de sus maestros predecesores, fueron los espontáneos de un
particular mesianismo místico y los predecesores de un "retorno a la Edad
de Oro". Prácticamente, todos fueron miembros de sociedades secretas y
esotéricas, fuertemente impregnadas de una atmósfera de misticismo,
escatología y predicciones apocalípticas. Este un universo en el cual se
intercalaban motivos sectarios y ocultismos religiosos, cuyo sentido se
reducía al siguiente esquema: "El mundo moderno es intrínsecamente
malvado, pues ha perdido la dimensión de lo sacro. Las instituciones
religiosas son corruptas y han perdido la bendición de Dios (un tema común
entre las sectas extremistas protestantes, como los anabaptistas y los
"viejos creyentes" rusos). El mundo está gobernado por el mal, el engaño,
el materialismo y el egoísmo. Pero los iniciados sabemos del próximo
retorno de una Edad de Oro, y la favoreceremos con rituales enigmáticos y
aciones ocultas".
Los socialistas utópicos proyectaron este modelo, común
al esoterismo mesiánico occidental, sobre la realidad social, y
revistieron de semblanzas políticas y sociales el siglo áureo del
porvenir. Ciertamente, era un intento de racionalización del mito
escatológico, pero al mismo tiempo era una intromisión en la política del
carácter sobrenatural del Reino venidero, del "Regnum", y evidentemente en
sus programas sociales y en sus manifiestos, donde no es difícil encontrar
descripciones de las maravillas de la futura sociedad comunista
(navegantes que cabalgan a lomos de delfines, manipulación de las
condiciones meteorológicas, comunidad de esposas y libertad sexual, vuelos
humanos, etc.). Es absolutamente evidente el carácter cuasi-tradicional de
esta dirección política: un misticismo escatológico radical, la idea del
retorno a los Orígenes, que justifican plenamente la clasificación de esta
componente no sólo a la "derecha", sino incluso a la "extrema derecha".
Ahora lleguemos a Hegel y a su dialéctica. Es ampliamente
conocido que las convicciones políticas personales del filósofo fueron
extremadamente reaccionarias. Pero esta no es la cuestión. Si examinamos
el fundamento metodológico de la dialéctica hegeliana (y fue precisamente
el método dialéctico el que Mar tomo prestado, en muy amplia medida, de
Hegel), descubriremos una doctrina perfectamente tradicionalista, incluso
escatológica, que hace uso de una terminología específica. Además, tal
terminología refleja la estructura del acercamiento iniciático, esotérico,
a los problemas gnoseológicos, bien distante de la lógica puramente
profana de Descartes y Kant; éstas tendrían por fundamento el "sentido
común", las especificaciones gnoseológicas de aquella "conciencia de la
vida cotidiana" de la cual (vale la pena anotarlo) todos los liberales, y
en particular Karl Popper, son apologistas.
La filosofía de la historia de Hegel es una versión del
mito tradicional, integrada en una teleología puramente cristiana. La Idea
Absoluta, alienada de sí misma, deviene el mundo (recordemos la fórmula
del Corán: "Allah era un tesoro escondido que quería ser descubierto").
Encarnándose en la historia, la Idea Absoluta ejerce una influencia desde
el exterior sobre los hombres, como "astucia de la Razón", predeterminando
el carácter providencial de la trama de los de los eventos. Para tal fin,
mediante el adviento del Hijo de Dios, la perspectiva apocalíptica de la
realización total de la Idea Absoluta se desvela al nivel subjetivo, que,
por efecto de aquelllo, de "subjetivo" se hace "objetivo". "El Ser y la
Idea son una misma cosa", es decir: "el Atman es Brahman". Esto deviene en
un determinado Reino particular, en un Imperio del Fin que el nacionalista
alemán Hegel identificó con Prusia. La Idea Absoluta es la tesis; la
alienación en la historia es la antítesis; su realización en el Reino
escatológico es la síntesis. La gnoseología hegeliana se funda sobre esta
visión ontológica. Distinta de la racionalidad común –que se apoya sobre
las leyes de la lógica formal, obra sólo con afirmaciones positivas y se
limita a las actuales relaciones de causa/efecto- la "nueva lógica" de
Hegel asume como objeto aquella especial dimensión ontológica de la cosa,
integrada en su aspecto potencial, inaccesible a la "conciencia de la vida
cotidiana", pero ampliamente empleada en las corrientes místicas de
Paracelso, Jakob Boheme, los hermetistas y los rosacrucianos. El hecho de
un sujeto o afirmación (al cual se reduce la gnoseología "cotidiana" de
Kant) es para Hegel sólo una de las tres hipóstasis. La segunda hipóstasis
es la "negación" de aquel hecho, entendida no como pura nada (según la
visión de la lógica formal) sino como una particular modalidad de
existencia supraintelectual de una cosa o de una afirmación.. La primera
hipóstasis es el "Ding für uns" (la cosa para nosotros); la segunda
hipóstasis el "Ding an sich" (la cosa en sí). Pero, a diferencia de la
perspectiva kantiana, la "cosa en sí" es interpretada no como algo
trascendente y puramente apofático, no como un no-ser gnoseológico, sino
como un ser-en-otro-modo gnoseológico. Y ambas hipóstasis relativas
desembocan en la Tercera, la síntesis, que abraza tanto la afirmación como
la negación, la tesis tanto como la antítesis. Así, considerando el
proceso de pensamiento en su coherencia, la síntesis tiene lugar después
de la "negación", en cuanto que segunda negación o "negación de la
negación". En la síntesis se complementan tanto la afirmación como la
negación. La cosa co-existe con su propia muerte, que según una particular
perspectiva ontológica y gnoseológica no es vista como vacío, sino como
otro-modo-de-ser de la vida, como alma.
El pesimismo gnoseológico kantiano, raíz de la
meta-ideología liberal, es derribado, es descubierto como "irreflexión", y
el "Ding an sich" (la cosa en sí) deviene "Ding fuer sich" (cosa para sí).
La razón del mundo y el mismo mundo se combinan en la síntesis
escatológica, donde la existencia y la no-existencia estarán ambas
presentes, sin excluirse recíprocamente. El Reino Terrenal del Fin,
dirigido por la casta de los iniciados (la Prusia ideal) se integrará con
la Nueva Jerusalén descendida a la Tierra. Será el final de la historia y
el comienzo de la Era del Espíritu Santo.
Este escenario mesiánico escatológico fue tomado en
préstamo por Marx y aplicado a una esfera diferente, a la esfera de las
relaciones económicas. Una pregunta interesante: ¿por qué hizo Marx tal
cosa? La "derecha" está presta a responder citando su "falta de
idealismo", su "naturaleza grosera" (cuando no sus intentos subversivos).
Explicaciones sorprendentemente simplistas, que han mantenido su polaridad
en el curso de varias generaciones de reaccionarios. De manera más
verosímil, Marx –que estudió a fondo la economía política inglesa- fue
seducido por la semejanza entre las teorías liberales de Adam Smith, que
ven la histor4ia como un movimiento progresivo hacia la sociedad de libre
mercado y la universalización de un denominador común monetario material,
y el concepto hegeliano que expresa la antítesis histórica, vale decir la
alienación de la Idea Absoluta en la historia. De modo genial, Marx ha
identificado la máxima alienación del Absoluto en el Capital.
Del análisis de la estructura del capitalismo y de su
desarrollo histórico Marx extrae el conocimiento de la mecánica de la
alienación, la fórmula alquímica de sus reglas de funcionamiento. Y esta
comprensión mecánica –las fórmulas de la antítesis- fue sólo la primera y
necesaria condición para la Gran Restauración tras la Última Revolución.
Para Marx, el Reino del comunismo por venir no era solamente el progreso,
sino el éxito final, la "revolución" en el sentido etimológico del
término. No por casualidad el propio Marx definió el estadio primero de la
humanidad como "comunismo de las cavernas". La tesis es el "comunismo de
las cavernas", la antítesis es el Capital, la síntesis es el comunismo
mundial. Comunismo es sinónimo de Fin de la Historia, de Era del Espíritu
Santo. El materialismo, la focalización sobre las relaciones económicas e
industriales, no testimonia el interés de Marx por la praxis, sino de su
aspiración a la transformación mágica de la realidad y de su rechazo
radical de los sueños compensatorios de todos los soñadores irresponsables
que no han hecho sino agravar el elemento de alienación con su inacción.
Según una lógica similar, los alquimistas medievales podrían ser tachados
de "materialistas" y de sedientos de riquezas para todos aquellos que no
tengan en consideración su simbolismo profundamente espiritual e
iniciático que se encierra en sus discursos sobre la destilación de la
orina, sobre la transmutación del oro en plomo y sobre la conversión de
los minerales en metales.
Estas tendencias gnósticas presentes en Marx y en sus
predecesores fueron recogidas por los bolcheviques rusos, crecidos en un
ambiente donde la fuerza enigmática de las sectas rusas, el mesianismo
nacional, las sociedades secretas y el los tratados apasionantes y
románticos de los rebeldes formaron el fermento contra un régimen
monárquico alienado, secularizado y degenerado. Moscú era la "Tercera
Roma"; el pueblo ruso era un pueblo deíforo (portador de Dios); Rusia
estaba destinada a salvar al mundo: todas estas ideas estaban
permeabilizadas en la vida cotidiana del pueblo ruso, en sintonía con la
inclinación a escoger un sujeto esotérico en el marxismo. Pero frente a
las fórmulas estrictamente espirituales, el marxismo ofrecía una
estrategia económica, política y social, clara y concreta, comprensible a
la gente simple y apta para formar una base a disposición de su naturaleza
social y política.
Fue este "marxismo de derechas" el que triunfó en Rusia
bajo el nombre de "bolchevismo". Pero esto no significa que se trate de
una cuestión únicamente rusa: tendencias análogas se han presentado en los
partidos comunistas de todo el mundo cuando estos no se han degradado al
nivel de la socialdemocracia parlamentaria conforme al espíritu liberal.
Así, no es sorprendente que el socialismo revolucionario haya triunfado
integralmente, además de Rusia, el los países del Extremo Oriente: China,
Corea, Vietnam, etc. Precisamente los pueblos y las naciones más
tradicionalistas, menos progresistas y "modernos" (o sea, menos "alienados
al Espíritu), aquellos más "a la derecha", que reconocieron en el
comunismo una esencia mística, espiritual, "bolchevique".
El nacional-bolchevismo tomó como propia esta tradición
bolchevique, este "comunismo de la derecha" cuyos orígenes hacían
referencias a las antiguas sociedades iniciáticas y a las doctrinas
espirituales de eras remotas. El aspecto económico del comunismo no vienen
aquí negado, pero se considera como un medio de la práctica teúrgica,
mágica, como un instrumento particular para la transformación social. La
única cosa que se les aparece inadecuada y caduca en el discurso marxista,
en la cual aparecen los temas accidentales y obsoletos del humanismo, es
el progresismo.
El marxismo de los nacional-bolcheviques equivale a Marx
menos Feuerbach, es decir, menos el evolucionismo y menos aquel humanismo
inercial que ahora emerge en el mundialismo globalizador.
METAFÍSICA DE LA NACIÓN
Por supuesto, también la otra componente del término
"nacional-bolchevismo" merece ser explicada. El concepto de "nación" es
todo menos simple; su interpretación puede ser de naturaleza biológica,
política, cultural, económica. Nacionalismo puede significar tanto la
exaltación de la "pureza racial" o de la "homogeneidad étnica", como la
agregación de los individuos atomizados con el fin de asegurarse un
"optimum" de condiciones económicas en un espacio geográfico limitado.
La componente "nacional" del nacional-bolchevismo (en su
sentido ya histórico, ya metahistórico, absoluto) es especial. En el curso
de la historia, los círculos nacional-bolcheviques se han distinguido por
la tendencia a leer el concepto de nación en su significado imperial,
geopolítico. Para los seguidores de Ustrjalov, los "euroasiáticos de
izquierda", por no hablar de los nacional-bolcheviques soviéticos, el
"nacionalismo" es super-étnico, está asociado al mesianismo geopolítico,
al "lugar de desarrollo", a la cultura, al fenómeno-nación a escala
continental. También en los escritos de Niekisch y de sus seguidores
alemanes encontramos la idea del Imperio continental "de Vladivostok a
Flessing", junto a la idea de la "Tercera Figura Imperial" (Das Dritte
imperiale Figur).
En todos los casos, se trata de la cuestión de la
interpretación geopolítica y cultural de la nación, ajena de la mínima
traza de racismo o miras de "pureza étnica".
Esta lectura cultural y geopolítica de la "nación" se
fundamenta en el dualismo geopolítico que en las obras de Halford
MacKinder encontró su primera definición clara y dio paso a la escuela de
Haushofer y de los "euroasiáticos" rusos. La agregación imperial de las
naciones orientales, unidas en torno a Rusia constituye el posible
esqueleto de la nación continental, consolidada en la elección
"ideocrática" y en el rechazo de la plutocracia, por una dirección
socialista revolucionaria contra el capitalismo y el "progreso".
Es significativo que Niekisch insistiese al afirmar que
en Alemania el "Tercer Reich" debiera ser erigido en torno a Prusia,
protestante y potencialmente socialista, genética y culturalmente asociada
a Rusia y al mundo eslavo, y no en torno a la Baviera católica y
occidental, gravitando en torno a la órbita del modelo capitalista (4).
Pero, junto a esta versión "gran-continental" del nacionalismo –la cual,
por inciso, corresponde exactamente a las reivindicaciones mesiánicas
universales específicas del nacionalismo escatológico y ecuménico ruso-
también existe en el nacional-bolchevismo una interpretación más
restringida, la cual, respecto a la escala continental, no se presenta
como una contradicción, sino como su definición en un nivel inferior.
En este último caso la nación se entiende en modo análogo
al concepto de "Narod" (pueblo-nación) interpretado por los "narodniki"
(populistas) rusos, o sea: como un ente integral, orgánico, por su esencia
refractario a cualquier subdivisión anatómica, dotado de un destino
particular y de una estructura única.
Según la doctrina Tradicional, un determinado Ángel, un
determinado ser celestial, se encarga de la vigilia de cada una de las
naciones de la Tierra. Ese Ángel es el sentido histórico de la nación
particular, destino fuera del tiempo y del espacio, pero constantemente
presente en las vicisitudes históricas de la nación. El Ángel de la nación
no es algo vago o sentimental, nebuloso, sino una esencia intelectual
luminosa, un "pensamiento de Dios, como dice Herder. Su estructura es
visible en las realizaciones históricas de la nación, en las instituciones
sociales y religiosas que la caracterizan, en su cultura. Toda la trama de
la historia nacional no es otra cosa que el texto de la narración de la
cualidad y de la forma de aquel luminoso Ángel nacional. En las sociedades
tradicionales el Ángel de la nación se manifiesta de forma personal en la
"Re Divini", en los grandes héroes, en los sabios y en los santos, aun
cuando su realidad sobrehumana lo hace independiente de su portador
humano. Por lo tanto, una vez caídas las dinastías monárquicas, puede
encarnarse en una forma colectiva, en un orden, en una clase, en un
partido.
Así, la nación, entendida como categoría metafísica, no
se identifica con la multitud de los individuos concretos con la misma
sangre o que hablan la misma lengua, sino con la misteriosa entidad
angélica que se manifiesta a lo largo de todo su recorrido histórico. Es
el análogo de la Idea Absoluta de Hegel, pero en forma minúscula. El
intelecto nacional se desprende de la multitud de sus individuos y de
nuevo se concreta –en su aspecto consciente, "cumplido"- en la élite
nacional en el curso de determinados períodos escatológicos de la
historia.
Estamos en un punto muy importante: estas dos
interpretaciones de la "nación", ambas aceptables para la ideología
nacional-bolchevique, tienen una tierra común, un punto mágico en la cual
ambas se fundamentan. Se trata de Rusia y de su misión histórica. Es
significativo que en el nacional-bolchevismo alemán la "rusofilia"
desempeñó el papel de piedra angular sobre la cual erigir su visión
política, social y económica. La interpretación rusa (y en gran medida
soviética) de la "nación rusa" como comunidad mística abierta, destinada a
portar la luz de la salvación y de la verdad al mundo entero en la época
del fin de los tiempos; en esta visión se funden tanto la concepción
gran-continental como la histórico-cultural de la nación. En esta
perspectiva, el nacionalismo ruso y soviético deviene el fulcro ideológico
del nacional-bolchevismo, no sólo en los confines de Rusia y de la Europa
Oriental, sino a nivel planetario. El Ángel de Rusia se desvela cual Ángel
de la integración, como ser luminoso particular que busca unir
teológicamente las otras esencias angélicas en el interior de sí, sin
cancelar la individualidad de cada uno, pero elevándolos a la escala
imperial universal. No es un hecho accidental que Erich Mueller, discípulo
y colaborador de Ernst Niekisch, había escrito en su libro titulado
"Nacional-Bolchevismo": "Si el Primer Reich fue católico, y el Segundo
Reich protestante, el Tercer Reich deberá ser ortodoxo, ortodoxo y
soviético".
En el caso específico estamos frente a una cuestión en
extremo interesante. Si los ángeles de las naciones son individualidades
diferentes, los destinos de las naciones en el curso de la historia, y sus
correspondientes instituciones sociales, políticas y religiosas reflejan
la formación de las fuerzas del mismo mundo angélico. Y lo que es más
fascinante: esta idea, absolutamente teológica, y brillantemente
confirmada por el análisis geopolítico, demuestra la interrelación entre
las condiciones de existencia geográficas, territoriales, de las naciones,
y su cultura, psicología, e incluso sus inclinaciones sociales y
políticas. Así toma gradual explicación el dualismo entre Oriente y
Occidente, e incluso el dualismo étnico: la tierra, la Rusia "ideocrática"
(el mundo eslavo más las otras etnias euroasiáticas) contra la isla, el
Occidente plutocrático anglosajón. El orden angelical de Eurasia contra la
armada atlántica del capitalismo. La verdadera naturaleza del "Ángel" del
capitalismo (que según la Tradición tiene el nombre de Mammón) no es
difícil de adivinar.
EL
TRADICIONALISMO O EVOLA VISTO DESDE LA IZQUIERDA
Cuando Karl Popper "desenmascara" a "los enemigos de la
sociedad abierta", hace un uso constante del término "irracionalismo". Y
es lógico, porque la misma "sociedad abierta" se basa en la regla del
sentido común y sobre los postulados de la "conciencia ordinaria". De
principio, los autores más abiertamente antiliberales tienden a
justificarse y a objetar de frente la acusación de "irracionalismo". Los
nacional-bolcheviques aceptan conscientemente el esquema de Popper,
aceptando esta acusación, aun cuando expresando una valoración del todo
opuesta. Las motivaciones principales de los "enemigos de la sociedad
abierta" y de sus más acérrimos y coherentes adversarios, los
nacional-bolcheviques, no nacen en los solares del racionalismo. En la
presente cuestión nos es imprescindible la obra de los escritores
tradicionalistas, y en primer lugar de René Guènon y Julius Evola.
Tanto en la obra de Guènon como en la de Evola se expone
al detalle la mecánica del proceso cíclico, en el cual la corrupción del
elemento tierra (y de la correspondiente conciencia humana), la
desacralización de la civilización y el moderno "racionalismo" con todas
sus lógicas consecuencias, son considerados como una de las fases de la
degeneración. Lo irracional no es interpretado por los tradicionalistas
como una categoría negativa o peyorativa, sino como una gigantesca esfera
de la realidad, imposible de estudio con los solos métodos del análisis y
del sentido común. Por lo tanto, sobre este tema la doctrina tradicional
no desafía las sagaces conclusiones del liberal Popper, sino que concuerda
con él, pero apuntando en la dirección opuesta. La Tradición se fundamenta
en el conocimiento supra-intelectual, sobre el ritual iniciático que
provoca la fractura de la consciencia, sobre las doctrinas expresadas en
símbolos. El intelecto discursivo tiene un valor tan solo auxiliar, y no
reviste ningún significado decisivo. El centro de gravedad de la Tradición
se coloca dentro de una esfera no sólo no racional, sino incluso
no-humana; y no se trata de la bondad de la intuición, de la previsión o
de los presupuestos, sino de la confianza de la particular experiencia
iniciática.
Lo irracional, desenmascarado por Popper como punto
central de la doctrina de los "enemigos de la sociedad abierta", es en
verdad el eje de lo Sacro, el núcleo y fundamento de la Tradición. Estando
así las cosas, las diversas ideologías antilibrales –incluidas las
ideologías revolucionarias "de izquierda"- deben tener una relación con la
Tradición.
Ahora bien, si esto aparece obvio en el caso de las
ideologías de "extrema derecha", hiperconservadoras, es un asunto
problemático en el caso de las ideologías de "izquierda". Ya hemos tocado
la cuestión tratando del concepto de "bolchevismo". Pero aquí nos topamos
con otra cuestión: las ideologías revolucionarias antiliberales,
especialmente el comunismo, el anarquismo y el socialismo revolucionario,
pregonan la radical destrucción no sólo de las relaciones capitalistas,
sino también de las instituciones tradicionales (monarquía, iglesia,
organizaciones religiosas…) ¿Cómo combinar este aspecto del
antiliberalismo con el tradicionalismo? Es significativo que el mismo
Evola (y en cierta medida Guénon, si bien esto no puede ser afirmado sin
duda, en cuanto que su comportamiento en las confrontaciones de la
"izquierda" no fue nunca explícito) negó cualquier carácter tradicional a
las doctrinas revolucionarias, considerándolas como la máxima expresión
del espíritu contemporáneo, de la degradación y de la decadencia, aun
cuando la vivencia personal de Evola tuvo períodos –especialmente los
primeros y los últimos- durante los cuales manifestó puntos de vista
nihilistas, anarquistas, teniendo como única respuesta positiva el
"cabalgar el tigre", que vale decir hacer causa común con las fuerzas del
declive y del caos, con el fin de sobrepasar el punto crítico de la
"decadencia de Occidente". Pero aquí no nos ocuparemos de la experiencia
histórica de Evola en cuanto figura política. En su lugar importa resaltar
cómo en sus escritos políticos –también incluso en su período intermedio,
de máximo conservadurismo- viene acentuada la necesidad de hacer apelación
a cualquier tradición esotérica, el caso de que, en general, no se
encontraba del todo en línea con los modelos monárquicos y clericales
predominantes entre los conservadores europeos que con él tuvieron
contactos políticos. No se trata solamente de su anti-cristianismo, sino
de su marcado interés por la tradición tántrica y por el budismo, que en
el contexto del tradicional conservadurismo hinduísta son considerados
heterodoxos y subversivos. Por otro lado son absolutamente escandalosas
las simpatías de Evola por personajes como Giuliano Kremmerz, Maria
Naglovska y Aleister Crowley, que fueron situados por Guénon entre los
representantes de la "contra-tradición", entre las tendencias negativas y
destructoras del esoterismo.
Así, si Evola se reclama constantemente en la "ortodoxia
tradicional" y critica violentamente las doctrinas subversivas de la
izquierda, al mismo tiempo hizo apelación a una heterodoxia evidente.
Hecho significativo fue el reconocerse entre los seguidores de la "Vía de
la mano izquierda". Y aquí llegamos a un punto específicamente conectado
con la metafísica del nacional-bolchevismo. En efecto, vemos como se
combinan paradójicamente no sólo dos tendencias políticas antagónicas
("derecha" e "izquierda"), no sólo dos sistemas filosóficos de los cuales
el uno es a primera vista la negación del otro (idealismo y materialismo),
sino incluso dos tendencias en el seno mismo de la Tradición, la positiva
(ortodoxa) y la negativa (subversiva). En el caso específico, Evola es un
autor significativo, donde se observa una cierta discrepancia entre su
doctrina metafísica y sus convicciones políticas, basadas –según nuestra
opinión- en ciertos prejuicios reacios a morir, típicos de los círculos
políticos de la extrema derecha "mitteleuropea" contemporánea.
En aquel espléndido libro sobre el tantrismo que es "Lo
Yoga della potenza" (5), Evola describe la estructura iniciática de las
organizaciones tántricas (kaula) y su jerarquía típica (6). Esta jerarquía
se muestra verticalmente en la postura hacia la misma jerarquía sacra,
característica de la sociedad hindú. El ritual tántrico (como la misma
doctrina budista) y la participación en sus iniciaciones traumáticas
comportan en cierta medida la cancelación de todas las estructuras
políticas y sociales ordinarias, asegurando que "quien recorre el camino
corto no necesita de apoyos externos". Para los fines tántricos no tiene
ninguna importancia ser un brahaman o un chandala (representante de las
castas inferiores). Todo depende del cumplir las complejas operaciones
iniciáticas y de la autoridad de la experiencia trascendente. El tantra es
una especie de "sacralidad de izquierdas", fundada sobre la convicción de
la insuficiencia, de la degeneración y del carácter alienado de las
instituciones sacras ordinarias. En otros términos, el esoterismo "de
izquierdas" se opone al esoterismo "de derechas" no en cuanto que sea la
negación, sino a causa de una particular afirmación paradójica versada
sobre el carácter auténtico de la experiencia y sobre el carácter concreto
de la auto-transformación. Es evidente que nos encontramos de frente con
esta realidad del esoterismo "de izquierdas" en el caso de Evola y de
aquellos místicos que están en el origen de las ideologías socialistas y
comunistas. La critica destructiva evoliana hacia la Iglesia no es una
mera negación de la religión, sino una particular forma estática del
espíritu religioso que insiste sobre la naturaleza absoluta y concreta de
la auto-transformación "aquí y ahora". El fenómeno de los "viejos
creyentes" (7), las autoinmolaciones de los "kristis", pertenencen a la
misma especie. El mismo Guènon, en un artículo titulado "El quinto Veda",
dedicado al tantrismo, escribe que en determinados períodos cíclicos,
próximos al fin del Kali-Yuga, las instituciones tradicionales pierden su
fuerza vital, y por lo tanto la auto-realización metafísica debe tomar
métodos y vías nuevas, no ortodoxas; este es el motivo de que sólo
existiendo cuatro Vedas, la doctrina tántrica sea llamada "el quinto
Veda".
En otras palabras, a medida que las instituciones
tradicionales conservadoras decaen (es el caso de la monarquía, de la
iglesia, de las instituciones sociales, de las castas, etc.), siempre
asumen un rol de primer grado aquellas particulares prácticas iniciáticas,
arriesgadas y peligrosas, vinculadas a la "Vía de la mano izquierda". El
tradicionalismo típico del nacional-bolchevismo, en su significado más
general es el "esoterismo de izquierdas", que copia en su sustancia los
principios del "kaula" tántrico y la doctrina de la "trascendencia
destructiva". El racionalismo y el humanismo de estampa individualista han
golpeado de muerte a aquellas instituciones del mundo contemporáneo que
nominalmente se reclaman "sacras". El restablecimiento de la Tradición en
sus proporciones reales según la vía del gradual mejoramiento de las
condiciones existentes, es imposible. Además, toda apelación a la
evolución y a la gradualidad no conduce sino a la expansión del
liberalismo. En consecuencia, la lección de Evola para los
nacional-bolcheviques consiste en acentuar aquellos elementos directamente
conectados a las doctrinas "de la mano izquierda", a la realización
espiritual traumática en la concreta esperanza de transformación y
revolución de aquellos usos y costumbres que han perdido toda
justificación de orden sagrado.
Los nacional-bolcheviques entienden lo "irracional" no
simplemente como "no-racional", sino como "activa y agresiva destrucción
de lo racional", como lucha contra la "conciencia cotidiana" (y contra el
"comportamiento cotidiano"), como inmersión en el elemento de la "nueva
vida", aquella particular existencia mágica del "hombre diferenciado" que
ha rechazado toda prohibición y norma exterior.
TERCERA
ROMA, TERCER REICH, TERCERA INTERNACIONAL
Dos solas variantes teóricas de los "enemigos de la
sociedad abierta" fueron capaces de vencer temporalmente al liberalismo:
el comunismo ruso (y chino y los fascismos europeos. Entre estos dos
extremos se colocaron los nacional-bolcheviques, exponentes de una ocasión
histórica única que no vio la luz, sutil formación de políticos
clarividentes, constreñidos a actuar en los márgenes del fascismo y del
comunismo, condenados a asistir al fracaso de sus esfuerzos ideológicos y
políticos a favor de una integración.
En el nacional-socialismo alemán prevaleció la nefasta y
quebrada línea católico-baviera de Hitler; en cuanto a los soviéticos,
refutaron obstinadamente proclamar las motivaciones místicas inherentes a
su ideología, desangrando espiritualmente y castrando intelectualmente al
bolchevismo.
El primero en caer fue el fascismo, después llegó el
turno de la última ciudadela antiliberal: la U.R.S.S. A primera vista, el
año 1991 señala la clausura del encuentro geopolítico con Mammón, el Ángel
cosmopolita del capitalismo. Pero, contemporáneamente, deviene clara como
el Sol no sólo la verdad metafísica del nacional-bolchevismo, sino también
la absoluta justicia histórica de sus primeros representantes. Solamente
el discurso político de los años 20 y 30 del siglo XX que había conservado
su actualidad se encontraba en los textos de los euroasiáticos rusos y de
los revolucionarios-conservadores "de izquierda" alemanes. El
nacional-bolchevismo es el último asilo de los "enemigos de la sociedad
abierta", al menos que estos no quieran persistir en sus doctrinas
superadas, históricamente inadecuadas y totalmente ineficaces. Si la
extrema izquierda rechaza ser el apéndice vanal y oportunista de la
socialdemocracia, si la extrema derecha no quiere ser usada como terreno
de reclutamiento, como fracción extremista del aparato represivo del
sistema liberal, si los hombres que poseen sentimientos religiosos no
encuentran satisfacción en los miserables sucedáneos moralistas ofertados
por sacerdotes de cultos imbéciles o en un pseudoespiritualismo primitivo,
entonces sólo les resta una vía: el nacional-bolchevismo.
Al otro lado de la "derecha" y de la "izquierda", hay una
sola e indivisible Revolución, aquella que se contiene en la tríada
dialéctica: "Tercera Roma - Tercer Reich - Tercera Internacional".
El reino del nacional-bolchevismo, el "Regnum", el
Imperio del Fin; he aquí el cumplimiento perfecto de la más grande
Revolución de la historia, al mismo tiempo continental y universal.
Hablamos del retorno de los ángeles, la resurrección de los héroes, la
insurrección de los corazones contra la dictadura de la razón. Esta Última
Revolución es tarea del acéfalo, el portador sin cabeza de cruz, hoz y
martillo, coronado por el sol de la esvástica eterna.
NOTAS
(1) Durante los últimos años del régimen soviético, el
término "nacional-bolcheviques" hacía referencia a algunos círculos
conservadores del P.C.U.S., los denominados "estatalistas", y en esta
acepción la expresión asume un significado peyorativo. Pero estos
"nacional-bolcheviques" tardosoviéticos, en primer lugar, no se reconocen
en este nombre, y en segundo lugar no formularon de modo coherente sus
puntos de vista, ni siquiera en una ideología aproximativa. Naturalmente,
estos "nacional-bolcheviques" estaban en cierto modo ligados a la línea
política de los años 20 y 30 del siglo XX, pero esta conexión se basaba
más que nada en la inercia, y no era racionalmente reconocida.
(2) Si las primeras tres nociones ("materialismo
objetivo" o simplemente "materialismo", "idealismo objetivo" e "idealismo
subjetivo"), son de uso corriente, el término "materialismo subjetivo"
requiere ulteriores explicaciones. "Materialismo subjetivo" es la
ideología –típica de la sociedad de consumo- según la cual la satisfacción
de las necesidades individuales de naturaleza material y física es la
primera motivación de la acción. Sobre esta base, la realidad no consiste
en las estructuras de la conciencia individual como en el idealismo
subjetivo), sino en el conjunto de las sensaciones individuales, en las
emociones de rango más bajo, en los miedos y en los placeres, en los
estratos inferiores de la psique humana, conectados con las funciones
corporales y vegetativas. A nivel filosófico se corresponde al sensismo y
al pragmatismo así como a algunas corrientes psicológicas, como el
freudismo. Por otra parte, todas las tentativas de revisionismo político
en el seno del movimiento comunista, del maquinismo al bernsteinismo, se
acompañaron sobre el plano filosófico con la tendencia subjetivista y a
varias versiones del "materialismo subjetivo", cuya extrema manifestación
quizás sea el freudo-marxismo.
(3) En el lado opuesto se tiene el proceso inverso:
revisionistas kantianos en las filas de la socialdemocracia, liberales de
izquierda, progresistas que revelaron su proximidad a los conservadores de
derecha que reconocían los valores del mercado, del libre cambio y de los
derechos humanos.
(4) La desastrosa victoria de la línea hitleriana,
austro-bávara y eslavófoba, fue proféticamente reconocida por Niekisch, en
1932, tal como lo declara en el libro "Hitler, una fatalidad alemana". Es
sorprendente como Niekisch predijo todas las trágicas consecuencias de la
victoria de Hitler para Rusia, Alemania y la idea de Tercera Posición.
(5) Traducido y publicado en España con el nombre de "El
Yoga Tántrico", cuando el autor rechazó él mismo este nombre para su obra
(N del T).
(6) Es significativo que la descripción de las sectas
tántricas recuerda de modo sorprendente las tendencias escatológicas
europeas, la secta de los "raskolniki" (cismáticos) rusos, los "kristis"
y… las organizaciones revolucionarias.
(7) Los "viejos creyentes" rusos constituyen una secta
cismática de la iglesia ortodoxa que se remonta a los tiempos del Ducado
de Moscú. Durante una época fue la fe abrazada por la mayoría de los
cosacos.
Los "kristis" son una secta cuyos ritos se fundamentan en
bailes extáticos y frecuentemente orgiásticos y en varios modos de
flagelación y mutilación. A esta secta pertenecía Rasputín (N del
T).